La deuda es una de las
principales estructuras de dominación del sistema capitalista y esta
afirmación empieza a calar en todos los movimientos sociales. Los
recortes en sanidad, educación, desempleo, bienestar social,
investigación, etc,... empiezan a percibirse por los afectados como algo más
que austeridad, como un cambio de modelo que utiliza la deuda como
coartada. Si, es un cambio de modelo, el que va de un capitalismo
amable que respetaba ciertos derechos sociales a un capitalismo voraz
que pretende igualar a todos los trabajadores del planeta bajo el
yugo de la esclavitud y la des-regulación. En Europa la Deuda es la
escusa para dicho cambio y por eso la lucha por su auditoria adquiere
enorme importancia. El siguiente articulo, publicado en Rebelión, lo
pone de relieve. Si el sistema utiliza la deuda como excusa, nosotros
debemos utilizar la auditoria de la deuda como arma. ¡No debemos!
¡No pagamos!
Un saludo. La redacción
La
indignación no basta
El parlamento español,
como era de esperar, ha respaldado el conjunto de las antisociales
medidas anunciadas por Rajoy. La derechona ha sustituido el lema
¡Todo por la patria! (que figura en el frontispicio de los
cuarteles de la Guardia Civil) por el de ¡Todo por la deuda!
Pagar
una deuda, en su mayor parte privada, mediante fondos públicos
obtenidos gracias a impuestos (sobre todo indirectos) y recortes en
sanidad, enseñanza y ayudas sociales. Una vez más se privatizan
ganancias y se socializan pérdidas, solo que esta vez a lo bestia,
poniendo en peligro la supervivencia, la salud, y la educación de
millones de personas, destruyendo los pilares básicos del llamado
Estado de Bienestar (que en el Estado español llegó de forma
tardía y harto limitada).
“Con
tal fin se ha decretado una sustancial subida de los impuestos. Pero
al igual que recientemente hizo con el IRPF sobre las rentas
salariales, la subida pesará y recaerá sobre las clases
trabajadoras mediante el incremento del IVA (que aumentará del 18%
al 21% en el tipo general y del 8% al 10% en el reducido). Como es
sabido, el IVA es un impuesto indirecto que pagan los consumidores
finales y tiene una fuerte carga regresiva. Es un impuesto "fácil"
que pesa sobre la población -con escasos recursos para oponerse- y
no sobre los detentadores de las fuentes de riqueza -ricos también
en instrumentos de presión-.
Si
a las actuales subidas añadimos las habidas en julio de 2010,
cuando el tipo general pasó del 16% al 18% y el reducido del 7% al
8%, nos encontramos con que el IVA -tan regresivo en términos
sociales- aumentó en dos años un 23,8% en el tipo general y un 30%
en el tipo reducido. O sea, cada familia gastará de media 800 euros
más que en 2010, lo que significa que para una gran parte de la
población casi un sueldo mensual se le irá en aumentos del IVA”.
Todo
ello ha generado una gran indignación y un gran número de
protestas y movilizaciones, que hacen predecible un próximo
estallido social. Pero no basta indignarse, cabrearse, hay que
preguntarse el porqué de estas actuaciones. Cuando los Zapatistas
organizaron hace unos años en Chiapas el festival de la Digna
Rabia, lo hicieron con la pretensión de esclarecer el porqué de la
explotación, la opresión, el saqueo y la humillación que los de
"arriba" descargan contra los de "abajo".
En
relación con lo que nos ocupa las preguntan son:
“¿Por
qué ha de pagar la ciudadanía las deudas de bancos y empresas?
¿Toda la deuda es legítima? ¿Hay que pagar de golpe toda la
legítima? Si hablamos de finanzas, ¿por qué no convertir el
negocio financiero privado en una gran banca pública que invierta
en actividad productiva y maximice el bienestar social? ¿Por qué
no combatir la depresión de la demanda con incrementos
generalizados de salarios y pensiones? Si hablamos de paro y
producción, ¿por qué no repartir el trabajo y el empleo
reduciendo la jornada laboral? ¿Por qué no impulsar inversiones
masivas en energías alternativas, sanidad, enseñanza o
investigación? Si hablamos de déficit, ¿por qué no combatir y
erradicar el fraude fiscal, estimado en un 6% del PIB (es decir, un
monto de 70.000 millones de euros, equivalente a lo que el Gobierno
quiere ahorrar y recaudar sobre las espaldas de los más débiles)?
¿Por qué aceptar las transacciones con paraísos fiscales? ¿Por
qué no incrementar la imposición sobre las ganancias empresariales
y acabar con refugios como las SICAV en un país donde el Impuesto
de Sociedades tiene un tipo efectivo en torno al 10%, por debajo
incluso del tipo nominal de la Irlanda pre-rescate, situado en el
12,5%? ¿Por qué no restituir el impuesto sobre patrimonio y crear
además un impuesto a las grandes fortunas?” (El
hundimiento de la economía española.
Daniel Albarracín, Nacho Álvarez, Manuel Garí y Bibiana Medialdea
).
Y
es que, como tantas veces hemos dicho, la crisis se dirimirá en el
terreno político. Se trata de luchar porque el costo de la crisis
lo paguen sus responsables: banqueros, especuladores de todo tipo,
sectores que han buscado el dinero rápido agrediendo los
ecosistemas y generando un consumismo dilapidador. Igualmente sus
colaboradores (gobiernos neoliberales y social liberales). Lo deben
pagar a cargo de sus bienes privados y si hace falta con
responsabilidad penal.
Para
responder con contundencia a tamaña ofensiva del capital y sus
instituciones, todos los sectores de izquierda anti-sistémica
(sindicatos, movimientos sociales, partidos políticos) estamos
obligados a unir esfuerzos en la construcción de un frente político
y social de carácter subversivo y plural, internacionalista y
soberanista, anticapitalista y transversal a escala europea, y que
agrupe a movimientos de diferente naturaleza: ecologismo, feminismo,
movimiento obrero, de liberación nacional, de defensa de las
libertades democráticas básicas, etc.
Frente
que lógicamente se debe ajustar a las diferentes realidades
existentes según se trate de ámbitos nacionales (en nuestro caso
Euskal Herria), estatales o continentales. Y que tener en cuenta sus
puntos fuertes y sus debilidades.
Muchas
e importantes han sido las movilizaciones habidas en Europa: las
huelgas generales de Grecia, Francia, Italia, en el Estado español
y Euskal Herria; las luchas contra cierres de empresa y despidos:
luchas duras, radicales (ocupación de plazas y calles, de empresas,
secuestro de patrones, marchas como la de los mineros...) y algunas
de larga duración que han removido el panorama político social.
Sin embargo, en pocos casos han conseguido alcanzar plenamente sus
objetivos, en parte por la fortaleza de la patronal y los gobiernos
(producto de la arrolladora hegemonía del neoliberalismo en las dos
décadas anteriores y cuyos desastrosos efectos tocan a variados
ámbitos); pero también, por la nefasta estrategia, nacional e
internacional, de las organizaciones sindicales mayoritarias (con
honrosas excepciones como la de la llamada mayoría sindical vasca
[1]) que han estado orientadas a buscar políticas de consenso y
diálogo social, con la patronal.
Ya
es hora de cambiar de tercio. La ofensiva global del capital es tan
bárbara y drástica que no da lugar para negociaciones y
componendas entre burocracias políticas, patronales y sindicales.
Es hora de la revuelta continua, de la movilización permanente,
incluidas las huelgas generales. Y también de la insumisión
ciudadana e institucional.
Nota:
[1]
Al poco de escribir este articulo, la “mayoría sindical vasca”
ha convocado para el 27 de septiembre una HG para toda Euskal
Herria. En mi opinión, a diferencia de otras veces (en las cuales
la estrategia pactista de UGT y CCOO imposibilitaba un llamamiento
conjunto), en la presente, cabía explorar una movilización
unitaria. Esperemos, que a fin de evitar males mayores se pueda
reconducir el llamamiento desde las diferentes partes sindicales en
aras de una respuesta lo mas unitaria y contundente posible.
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